Nos lees, África

“Ante los ojos de Occidente, lo extraño o diferente deviene como amenaza repelente u objeto de consumo. Del primer atisbo, el racismo y la xenofobia se presentan como ejemplos sangrantes de ejes discriminadores. En el caso de la cosificación, la gama reviste amplios matices: lo exótico como producto cultural al servicio del mercado; la formulación de nichos de investigación de particularidades en función de la (blanca) universidad; la apropiación cultural; el paternalismo; la infantilización de la otredad; la reducción y esencialización de la alteridad, etc. Entre más variopinto y raro, más llamativo.

Y es que las falacias (provenientes de la matriz colonial occidental) de “dar voz a quienes no tienen voz” y de “visibilizar a quienes han sido invisibles”, alimentan un sesgo que no responsabiliza, realmente, a los grupos y sujetos humanos que se han beneficiado de la desigualdad e injusticia estructurales que sustentan el mundo. Todos y todas tenemos voz, todos y todas somos artes y estéticas andantes y creativas. No es precisa la iluminación mesiánica privilegiada para que nuestras voces existan de repente.

Lo que ha ocurrido es que el afán de competitividad e individuación de las filosofías de corte moderno (euronorteamericano), asentando un sinsentido común neoliberal, favorecen una sordera y una ceguera selectivas por parte de quienes han ostentado ubicaciones de comodidad en los distintos ámbitos vitales.

África, como paradigma de fetiche y desconocimiento, ha sido moldeada a placer (geográfica, social, cultural, política y económicamente) por las demandas de las miradas distantes que le temen o le idolatran como artefacto. África está al servicio de las necesidades del mundo, del Primer Mundo, como fuente inagotable, pero sí agotada, de lo que de ella quieran explotar y extraer.

No le han permitido leerse a sí misma, a pesar de todo lo que ella se cuenta y se escribe, y se canta, en sus infinitas expresiones. Hace falta siempre un erudito, un profesor, una organización no gubernamental, un investigador, un político que venga de los centros de poder más reputados, para que den fe y valoricen lo que en África se mueve.

Ya es momento de que dejemos de fabricar tanto sobre África y empecemos a leer y escuchar lo que África ya ha hecho, y está haciendo, desde que el tiempo no existía en los nortes. Abandonemos el monopolio de arrogarnos el derecho (muy torcido) de hablar en nombre de otras lenguas, subjetividades y realidades.

Así, con la intención de una mera aproximación consciente e intuitiva, a sabiendas de los vicios de nuestra perspectiva situada, a continuación se sugiere un trazo para un camino: un rumbo de acercamiento a las literaturas y pensamientos africanos contemporáneos. No se trata de un ejercicio de sapiencia o ilustración relacionado con un estudio filológico o científico de exhaustividad literaria. Es, mejor, una prueba de aroma particular que tenemos bien en compartir de acuerdo a las posibilidades de accesibilidad abierta e idiomática en los recursos de las redes. Un panorama general entre los numerosos posibles. Un tanteo para dejarnos descubrir, y no caer en el determinismo ni en el consumismo desaforado.”

Si quieres leer el artículo completo de Gonzalo Esteban Calderón y acceder a las recomendaciones de literaturas y pensamientos africanos contemporáneos, entra en el siguiente enlace.

Si te interesa saber más sobre Epistemologías del Sur, consulta la bibliografía que ha sido compilada por Gonzalo y nuestro voluntario Marcos García García aquí.

“África, lecciones de vida”. Artículo de José Manuel Maroto Blanco, alumno de Repensando África becado para ir a Senegal.

Nunca he podido ocultarlo, África es para mí una fuente de inspiración en todos los sentidos. Desde que estuve en este inmenso continente por primera vez, me quedé prendado de toda la diversidad que alberga, del corazón de sus gentes y de las numerosas enseñanzas con las que volví a casa. Tener la oportunidad de volver a África, ahora a otro país, Senegal, volvió a despertar en mí sensacIMG_1896iones que creía ya olvidadas. Como un niño que que desenvuelve con impaciencia su regalo de cumpleaños, los nervios se apoderaron intensamente de mí… ¿Que sería lo que aprendería esta vez de África, el continente que un día vio nacer al primer ser humano y que hoy alberga la mayor riqueza cultural.

Ya desde nuestra llegada a Senegal, DIADEM, la asociación que nos acogió, nos demostró por qué a este país se le conoce como el país de la “teranga” o de la solidaridad. Desde el primer minuto nos sentimos como en casa y pudimos trabajar con la asociación, inmersa en numerosos proyectos de investigación que tenían como objetivo analizar la situación social de Senegal y de África para mejorarla. Me sorprendió muchísimo la implicación de los jóvenes, no sólo en DIADEM, donde trabajaban diariamente, sino también en el campo de las movilizaciones sociales: África se mueve aunque los medios de comunicación se empeñen en dibujarnos a un continente dormido.

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El proyecto de investigación que quería desarrollar en Senegal versaba sobre cómo los saberes tradicionales, y que tiene relación con el medio natural, del pueblo wolof (etnia mayoritaria en Senegal), podían configurarse como formas de “resistencia” para los migrantes de este país. Por ello, conocer todo lo que tenía que ver con la riqueza culinaria del país, las formas de trabajar la tierra, el gran elenco de alimentos proveniente de la rica flora así como la relación con el medioambiente eran para mí algo capital. Gracias, no sólo a la asociación, sino también a la actitud abierta e integradora de la población, pude realizar varias entrevistas a migrantes retornados, que me aseguraron del valor y de la importancia de esta “memoria biocultural” para sobrepasar algunos problemas durante el proceso migratorio. Compartir el té o el bissap, establecer plantaciones de hibisco y otros cultivos senegaleses, etc, se configuraron como resistencias psicológicas al hecho de encontrarse lejos de Senegal y fue un instrumento muy útil para establecer alianzas con la población de acogida en los países a los que migraron.

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 Pese a que fui a Senegal con un proyecto de investigación, aprendí más a valorar mejor la importancia de las relaciones sociales, las costumbres locales, un poquito del idioma y, sobre todo, a sentirme nuevamente en deuda con el continente africano. Volví a mi casa habiendo recibido verdaderas lecciones de vida. Nuevamente en deuda contigo… ¡y aún me queda muchas Áfricas que conocer!.

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