«Marruecos, instantes de un país en continua evolución». Artículo de Emilio Vázquez sobre su viaje a Marruecos.

Mi compañera Rosa y yo partimos hacia Rabat con el objetivo de conocer la realidad de la migración en un país que avanza y cambia vertiginosamente, y en un momento político clave para el futuro de la sociedad marroquí y los movimientos migratorios.

El objetivo inicial del viaje era investigar qué políticas educativas se estaban llevando a cabo en Marruecos y cómo se incluían en ellas a la población migrante y en concreto, a las mujeres y a los niños. Sin embargo, para poder hablar de educación, es necesario presuponer que hay una integración gestante entre ambas sociedades, migrante y marroquí. Pero, se trata de un tema que alcanza otras dimensiones y para ello, en primer lugar, debemos analizar la situación política en la que se encuentra actualmente el país:

30 de enero de 2017, Marruecos declara su reentrada en la Unión Africana. Al día siguiente, el rey Mohamed VI lanza un mensaje claro y contundente que aboga por el respeto y la unión de los pueblos africanos. Marruecos, que ha sido siempre un país de emigración, ahora, país de tránsito y reclusión, comienza a hablar de integración mientras que arriba, una Europa que se cubre las espaldas con concertinas, abre nuevos CIES y sigue financiando la retención de los migrantes. Se crea un contexto que fabula una integración que no es real y cuyos únicos objetivos son fines políticos y económicos.

Resulta muy difícil hablar de integración cuando el objetivo de muchos migrantes es cruzar la frontera hacia Europa, por lo que la utópica inclusión se torna obligatoria debido a la retención que se sufre arriba. Asimismo, la compleja desigualdad que se vive en este país, tan castigado por la pobreza y la represión, se acentúa aún más con el aumento de la densidad migratoria, cuya dramática situación inspira aún más conflictos dentro de la sociedad.

Nuestra estancia allí nos ha permitido conocer el discurso de muchas ONGs e instituciones que trabajan en terreno, lo cual nos ha dado diversos puntos de vista sobre una situación que es la misma para todos: en Marruecos existe una gran brecha público-asociativa que impide la existencia de unos servicios sociales públicos, lo que genera una desprotección para la sociedad, tanto marroquí como migrante. Las oportunidades son mínimas para ambas comunidades y los planes educativos que puedan realizarse, aunque incluyan a la población migrante, chocan con un futuro laboral que es difícil para todos.

Foto 1Las instituciones y ONGs luchan por la institucionalización de sus prácticas, así como por garantizar un correcto compromiso del estado, que genere unas buenas políticas. Sin embargo, el gobierno tiene otros intereses actualmente. Además, la propia represión obliga a callar las voces, tanto de marroquíes como de aquellas personas extranjeras que desempeñan su trabajo en Marruecos y que prefieren permanecer en silencio, antes que dejar de hacer lo que hacen, que es crear una sociedad un poco más justa y en igualdad de derechos para todos.

También en nuestro tránsito por Marruecos, descubrimos la gran cantidad de voces que gritan y luchan por la igualdad. Pudimos conocer proyectos tan interesantes como el de Kirikou, el cual busca la unión de la comunidad marroquí y migrante en el barrio de Takadoum, en Rabat, a través de encuentros formativos, proporcionándoles a las madres la posibilidad de dejar a sus hijos en guarderías donde también estos, conviven entre ellos; o el de L’Art Lina, que trata de cambiar el concepto de proveedor y beneficiario, convirtiéndose los migrantes que llegan a Marruecos, y sí deciden quedarse, en sujetos políticos que ofrecen servicios a la comunidad como profesionales.

Este país de contrastes está sufriendo un proceso de cambios que afecta a todos, de modo que todos resultan perjudicados en una sociedad que sufre la guerra en la frontera, que vive la desigualdad en las calles y que sufre la pobreza en sus casas. Incluso el aumento del turismo en este país resulta paradójico, cuando hay verdaderas comunidades de personas constituidas en la frontera que son víctimas del maltrato y la violencia día tras día, por querer pasar a los países de los que nosotros vamos y venimos continuamente.

El cambio no sólo está en Marruecos, ni en los países de origen de la migración; el cambio real está en nosotros. Pero la triste realidad es que no todos estamos dispuestos a bajar nuestro nivel de vida para garantizar una igualdad global, jugando aquí un papel decisivo la educación y el ser conscientes de que esto es responsabilidad de todos. La migración es un derecho pero la no emigración también.

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